Bienvenidos al Blog de las salas cajón desastre y aventura de vivir de Ozú. Desde hace tiempo nos rondaba por la mente la idea de tener un sitio de encuentro, una referencia más allá de nuestras salitas, un lugar sobre todo para compartir esos "pequeños momentos" de los que se compone cada día.

En este “cajón desastre” todo tiene cabida: fotografía, música, literatura, cine... pretendemos sobre todo aprender los unos de otros y entre todos crear algo diferente que nos sirva de complemento y entretenimiento.

Por eso os invitamos a que participéis con comentarios y sugerencias. Gracias de antemano a todos y ¡Bienvenidos!

miércoles, 30 de junio de 2010

barong

El calor apretaba en aquella tarde de Junio cordobes , pero las gruesas paredes de la Residencia de señoritas ofrecian un oasis de frescor ante aquella caligula aplastante.

Maria decidió dormir una siesta y como tenia por constumbre , dejó la puerta semiabierta por si su compañera Teresa venía a devolverle los apuntes ; el silencio se adueñaba de la residencia en aquellas horas muertas y languidas, así que a Maria pronto la invadio un dulce sopor .

De pronto , se despertó por el chirriar lento de la puerta , sería Teresa , asi que la llamó pero al no recibir respuesta , encendió la luz de la mesita y entre el estupor y el miedo, vió a un hombre en el fondo de la habitación y su instinto le avisó de que se encontraba en una situación de peligro. El hombre , joven , llevaba una navaja automática en la mano y rapidamente cerró la habitación con la llave que estaba puesta por dentro mientras que se sentaba en el borde de la cama. La mente de Maria trabajó rápido , se encontraba con un psicópata encerrada en una habitación de cuatro metros cuadrados y la navaja dibujaba eses en su estomago, su instinto de mujer supo inmediatamente lo que pretendia aquel hombre de ojos enloquecidos ; intento contener los sollozos pues estos estimulaban la agresividad de su agresor y logró articular unas palabras para tranquilizarlo; solo tenia la ventaja de su cordura y con palabras dulces acaricio a quel hombre que ya habia empezado a bajarse los pantalones y que al ver la docilidad de su presa había guardado la navaja en el bolsillo. En cuestión de segundos, Maria metió la mano en el bolsillo mientras era baboseada por el desprevenido atacante y de un salto , se coloco en el fondo de la habitación y empezo a dar gritos con la navaja en la mano ; el hombre sorprendido, intentó cojer el arma y la sangre de su mano empezo a caer en el suelo de la habitación, momento que aprovechó Maria para habrir la puerta y salir al pasillo a donde ya empezaban a aparecer sus compañeras que miraban desconcertadas a su compañera en bragas y con un cuchillo manchado de sangre en la mano. El portero de la residencia acudió al oir los gritos y el loco entre aullidos de dolor fue reducido con la ayuda de mas gente que acudió.

Maria seguía con el cuchillo en la mano , llorando , temblando , sin saber como habia podido escapar de aquella ratonera; al rato llegó la policia y se llevó al agresor que lanzaba gritos insultando.

Dias más tarde se enteró que aquel hombre se habia escapado del psiquiatrico de Alcolea , tenia 25 años, y en su loco deambular , habia entrado en la residencia, eludido la vigilancia de la entrada y la primera puerta que encontro abierta fue la de Maria . A sus padres les llegó una comunicación del intento de violación de su hija, ellos que habian elegido una residencia por mayor seguridad para su hija, sin imaginar que el terror no tiene predilección por ningun lugar.

Maria se fué al dia siguiente de la Residencia a vivir a un piso con unas compañeras y por mucho tiempo recordó aquel suceso sin entender como habia tenido la sangre fria necesaria para poder salir viva de aquella habitación de una Residencia de señoritas de Córdoba.

viernes, 25 de junio de 2010

paladeando

EL CICLISTA

Era un paraje montañoso, reseco, desolado, escabroso y brutal. La población más cercana se encontraba a mucha distancia.

La carretera, mal asfaltada y con pronunciadas pendientes, serpeaba en los contrafuertes.

Furtivas alimañas acechaban al ciclista que descendía a excesiva velocidad. La curva se le apareció de repente y el asfalto estaba lleno de guijos. El hombre, intuyendo que iba a accidentarse, frenó en seco desesperadamente e hizo por cambiar la trayectoria. Todo fue en vano: impactó contra el guardarraíl. Por instinto, antepuso sus manos para amortiguar el golpe. La bicicleta corrió unos metros sola, dando tumbos. Aturdido, el ciclista pensó que había tenido suerte, puesto que a sí mismo se sentía como levemente magullado. Suspiró aliviado y fue a restregarse la sudada frente con la mano. Regueros ingentes de sangre lo sorprendieron. Miró al final de sus brazos y con un pálpito de horror en el corazón advirtió que no tenía manos, que el guardarraíl metálico, actuando como una cuchilla, se las había amputado.

Se desangraba por los muñones. Quiso gritar, pedir ayuda, y lo hizo: el desierto se escuchó a sí mismo.

A la súplica del inmediato cadáver, sólo el monótono chirrido de una cigarra le respondió.

Trueno

VICTORIA

Aquella noche bebí más que de costumbre y conduje sin saber muy bien lo que hacía porque toda mi atención la dedicaba a Victoria, una hermosa chica a la que había conocido hacia a penas una hora. Era demasiado joven y atractiva para mí, pero no se por que extraña razón me dedicó su atención y sus mimos. Recuerdo que bailamos todo el tiempo sin apenas mover los pies de la misma losa, con los cuerpos enredados a la búsqueda del mayor contacto posible.

Bajo un cielo estrellado, llegamos a mi apartamento entre curvas tomadas por la izquierda, y una buena combinación de caricias, besos, risas y canciones desentonadas. Nada más entrar nos abrazamos de nuevo y, sin esperar, la aplasté contra la pared, mordiéndonos los labios como desesperados mientras yo subía su falda y ella se dejaba hacer entre gemidos. De pronto, se escuchó un trueno, la luz empezó a parpadear y quedamos sumidos en la oscuridad. Comencé a sentir un olor extraño, muy diferente al perfume con que ella había envuelto nuestro encuentro. Olía ahora a esa humedad típica de sótanos cerrados durante años. Su cabello no era sedoso como unos segundos antes, ni su cara suave, ni las líneas de su cuerpo tan estilizadas.

¡Diosss, cuánto debía haber bebido para tener esas percepciones ilógicas! Sin embargo seguí con mis primeras intenciones, mordiendo salvajemente su piel mientras ella levantaba la pierna y me apalancaba contra su cuerpo. Comencé a lamerle el cuello y se me llenó la boca de sus cabellos. O eso creí porque, a la luz de un relámpago, su cuello no ofrecía ni un centímetro de piel, todo él estaba cubierto de un vello negro y grueso con un sabor desagradable. Asqueado, me eché hacia atrás, la miré a la cara y…… ¡no era ella sino una especie de bestia babeante con ojos saltones de brillo sangriento! Lanzó una especie de grito, mitad aullido y mitad estertor. Sentí que mis piernas flaqueaban pero no caí porque “ella” me sostenía con una fuerza increíble. En ese instante noté un terrible dolor en lado izquierdo del cuello y cómo aquella bestia succionaba de él. Perdí el conocimiento y ya no me enteré de más.

A la mañana siguiente desperté lleno de pavor. Abrí los ojos esperando verme en el suelo junto a la puerta de entrada pero, sorprendentemente, desperté en mi cama, con pijama limpio y con un desagradable sabor a ginebra en mi boca. Ufff, todo había sido fruto de mi imaginación alimentada por el alcohol. Miré el reloj: las cuatro y media de la tarde de un domingo soleado. ¿De un domingo? El despertador indicaba que era martes. No podía ser. El aparato estaría estropeado. Me levanté pero mis piernas no me sostenían y caí al suelo. Conseguí incorporarme y, una vez en pie, apoyándome en la pared, salí del dormitorio. Escuché el sonido del televisor y miré hacia el salón: Alguien había puesto orden en él y hasta parecía más grande, libre de enredos. Me asomé despacio y allí estaba ella, bellísima, dormida, tumbada en el sofá, con su larga cabellera rubia. Sonreí a pesar de mi debilidad y me dirigí al baño. Involuntariamente miré al espejo pero… ¿aquella imagen era la mía? ¡Dios santo! Mi cara parecía haber envejecido años, delgado, casi esquelético, con una palidez cadavérica.

Nunca me había ocurrido algo así, por mucho que hubiese bebido la noche antes. Miré el reloj del aseo y … también indicaba que era martes. . ¿Habría estado dos días durmiendo? Cada vez estaba más confundido.

Volví de nuevo ante el espejo, me quité la camisa, contemplé mi cara demacrada y me di miedo. Me acerqué más para ver con detalle mis ojos pero la mirada se dirigió involuntariamente en el lado izquierdo de mi cuello: tenía las marcas evidentes de haber sufrido una enorme mordedura.

Oí unos pasos, se escuchó un trueno, volví a sentir el desagradable olor ya conocido, la luz parpadeó y, antes de apagarse totalmente, pude ver en el espejo la imagen de la puerta y la de “ella”, cubierta completamente de un asqueroso pelo negro y lanzando el mismo grito de la otra noche.


Custom300

Había llovido durante todo el día y a pesar de ser las 8 de la tarde estaba oscuro. De nuevo salía tarde de la oficina y como cada día se prometía que esa sería la última vez que lo haría. Hoy estaba realmente cansada, solo tenía ganas de ir a su casa, zambullirse en un baño de espuma y evadirse de su rutinaria vida. Allí la esperaba Gintonic, su inseparable compañero de piso, el gato callejero que adoptó aquella tarde en que le salvó de una muerte por atropello; desde ese día la sigue a todas partes en muestra de agradecimiento.

Apagó las luces, cerró las puertas y a medida que se dirigía al estacionamiento notó que una sombra extraña la seguía. Caminó más deprisa en dirección a su coche, el sonido se iba acercando hacia ella, pero no veía nada. Con el corazón agitado, empezó a correr. Mientras lo hacía una inexplicable fuerza la ayudó a sacar las llaves del bolso, sus manos temblaban. Entre los objetos que había en su interior no acertaba a encontrar el manojo de llaves. –Por favor que las encuentre- se decía a sí misma.

- ¿Por qué las mujeres tenemos tantas cosas en los bolsos? Después no encontramos nada- se lamentaba.

Por fin sacó las llaves y en un impulso, atinó en la cerradura. Abrió la puerta y de un golpe echó el bolso en el asiento del copiloto e inmediatamente entró.

Conectó la radio. El no escuchar el ruido del exterior empezó a tranquilizarla.

Encendió el motor y lentamente el vehículo comenzó a moverse.

Introdujo la tarjeta e inmediatamente se abrió la puerta metálica del parking.

En cuanto vio que se cerraba, un suspiro de alivio escapó de sus labios.

¡Ya estaba a salvo!

No había mucho tráfico, las calles que otros días circulaban a rebosar parecía que hoy estaban desiertas.

Ensimismada en la música, circulaba sin darse cuenta de que un coche la seguía.

Fue en el semáforo donde vio por el espejo retrovisor que se trataba de un Custom 300, el mismo que llevó a Marion al hotel para hundirlo en la laguna. Ese recuerdo la perturbó unos segundos, pero sin darle importancia, continuó su camino.

La luz verde se encendió y ambos vehículos iniciaron su marcha. A pesar de que les separaban unos centímetros, no podía distinguir a los ocupantes.

Un nuevo semáforo detuvo el itinerario. El vehículo pasó al carril de la derecha.

La muchacha giró la cabeza y no vio a nadie al volante.

Asustada, intentó pulsar el acelerador, sin atinar el pedal. Unas manos huesudas se entrevieron tras los cristales ahumados de los asientos traseros.

Por fin, consiguió arrancar el auto, siendo perseguida por el Custom 300.

Su vista estaba fija en el retrovisor. Esta vez no había nada, ni nadie en el coche de Marion.

Cegada por el miedo, pisó a fondo el acelerador. Un camión que venia de frente no pudo evitar el golpe, lanzando su cuerpo por los aires.

Todavía le quedaban unos segundos de vida, suficientes para dirigir la mirada hacia el vehiculo que se aproximaba hacia ella.

Con un silencio sepulcral pasó por su lado. Sus ojos inertes apenas pudieron alzar la vista. De nuevo aquellos dedos huesudos asomaron por la ventanilla.

C E L O S


La niña inmóvil yacía en la cama, la palidez de la muerte había medrado en su piel despojando cualquier color y movimiento. Mientras la madre se convertía en un torrente de lágrimas y dolor, se preguntaba si había conseguido el efecto deseado, porque en vez de concentrar su atención, después de provocar el desafortunado "accidente", parecía más distante que nunca. Su hermana era perfecta, ni un solo mal pensamiento, cariñosa incluso con ella a pesar de su maltrato y por supuesto....la preferida de mama. Aunque ya había pasado cierto tiempo las cosas seguían igual, poco o nada había cambiado porque su madre siempre estaba triste, pero por lo menos ya no estaban ella y sus ojos siempre amables que la llenaban de rabia. Como tributo a su victoria, había hecho suya esa muñeca de porcelana de mirada ausente que nunca le gustó, pero por ser la preferida de su hermana, guardaba como un trofeo.


Era la víspera del tercer aniversario de su muerte.-"Si yo tengo once años, ella tendría ocho si estuviera aquí", pensó, y las últimas palabras flotaron en su mente mientras la muñeca parecía seguirle con la mirada. Su inexpresivo rostro, su cuerpo relleno de trapo, sentada en la cama en una posición absurda, y sin embargo....esa mirada que en su subconsciente le parecía familiar sin saber porqué. El día pasó como siempre, aburrida, la falta de amigos reforzaban su imaginación para abstraerse, siempre con esos pensamientos extraños, lejos de cualquier actividad normal para una niña de su edad. -es hora de acostarse, mañana iremos a visitar a tu hermana.


Con una sonrisa fue arropada por su madre y sin embargo, otra vez esos pensamientos.-Mi hermana, siempre mi hermana....y se durmió sin ningún remordimiento. La opresión de algo la despertó y cuando abrió los ojos, la muñeca estaba encima. Paralizada por el miedo recordó que se había acostado con ella, pero ahora la miraba fijamente desde arriba. Desesperada intentó buscar una explicación lógica que se desvaneció cuando notó la humedad de las lágrimas de la muñeca resbalando por su rostro y esos ojos tan familiares, que lejos de ser amables, ahora hervían de odio a pesar del llanto. Ni siquiera se dio cuenta de que sus padres entraban en la habitación, seguía gritando en la cama desecha y la muñeca en el suelo a la que no perdía de vista. "la niña está sensible, eso es todo" dijo el padre y la llevaron a su cama, entre ellos, para darle protección. Unas horas después entró la luz de la mañana que enciende la vida y apaga los miedos.


El día pasó normal, como los dos años anteriores, flores frescas, limpieza, charlas absurdas que no entendían, como si su hermana siguiera viva. A la tarde echó en falta su mascota, ese gato que habían comprado hacía poco, por recomendación de los médicos, para que tenga distracción y responsabilidades...había oído. La verdad, era su único amigo y simpatizaba con él. Pero la imagen le cogió desprevenida, en la habitación, en medio de un charco de sangre estaban la muñeca, un cuchillo y la cabeza del gato separada del cuerpo. Después del miedo reaccionó con violencia y recogiendo el cuchillo empezó a clavarlo en la muñeca.


Para los padres no había dudas. Según el diagnostico de los médicos, con la esquizofrenia psicótica que padecía donde mejor estaba era en el centro especializado donde la trataban y daban esperanzas a la madre, mientras el padre, con gesto afligido parecía ajeno a todo. "La niña va bien, la medicación y los psiquiatras están consiguiendo resultados" . Sonaban estas palabras cuando se oyó gritar a la niña en su habitación; acababan de despedirse, y su padre le había dicho "te hemos traído un regalo para que te acuerdes de tu familia y de tu hermana, está en tu cuarto". Cuando abrieron la puerta, la niña cubierta por la sangre que salía de las heridas, golpeaba a la muñeca a pesar de cortarse con la porcelana rota, hecha añicos, y seguía agitando los brazos sobre lo que quedó del juguete hasta que la sujetaron.


El padre sujetó a la madre, intentó consolarla mientras la madre gritaba "también la hemos perdido" una y otra vez...y el padre, muy adentro, pensó.....ahora que me he librado de ella, volveré a tener toda tu atención, se te pasará....y serás solo para mí.....como al principio...FIN

Auroraboreal

ENTRE NOSOTROS


Como todos los sábados desde hacía mucho tiempo nos reuníamos en casa de Maite, nuestra amiga vidente.Éramos seis personas, seis amigos a los que un día el destino unió en esta locura de la búsqueda de lo desconocido.


La mesa estaba preparada, una mesa redonda, robusta, de madera de roble... El tablero colocado justo el centro con el vaso. Las sillas perfectamente dispuestas, todas menos una que estaba vacía. A mi lado el cuaderno y el bolígrafo para tomar nota. La habitación envuelta por una tenue luz procedente de unas velas colocadas sobre el aparador y en las paredes de lados, dos mesitas con grandes candelabros.


Esta sesión era distinta a todas, aunque todavía no éramos conscientes de cuánto. Hacía un mes que nuestra amiga María, que había ocupado la silla que ahora permanecía vacía, había fallecido en un lamentable accidente de tráfico. Habíamos puesto una vela encendida frente a su asiento, como homenaje y entrañable recuerdo.


Yo nunca creí en esto de la ouija, es más, como buena agnóstica, siempre pensé que no existía nada después de la muerte, hasta que hice la primera sesión. Maite siempre dirigía nuestros encuentros, invitaba a los espíritus a unirse a nosotros y les despedía, pues dicen los entendidos que no es bueno cerrar sin que se vayan. Al principio pensaba que era ella o que tenía algún extraño artilugio con el que movía el vaso con maestría, hasta que un día en un determinado momento mi dedo quedó prácticamente solo guiando el vaso, y fue entonces cuando entendí que aquello era real. Ese fue el principio, luego se sucedieron muchas sesiones, tantas que ya ni recuerdo los espíritus que nos visitaron: Una mujer judía que mataron los nazis y que nos habló de su sufrimiento, de sus hijos asesinados, de su dolor. Un general de la guerra civil española que atormentado vagaba en el limbo y decía que Garzón era un hijo de su madre y que Franco se reencarnaría pronto en algún cuerpo y “nos íbamos todos a enterar de lo que valía un peine”, a Maite le costó mucho que se fuera pues lanzó contra la paredvarias figuritas que adornaban el aparador e hizo temblar la pesada mesa varias veces. Otro día nos visitó un chaval de 17 años que había que había muerto ahogado en una playa cercana. Fue una historia muy triste pues se había adentrado mucho en el mar tras una discusión con su novia y le atormentaba el remordimiento de ella.Siempre anotábamos lo que nos decían, así que me quedé de piedra cuando fui yo misma y comprobé en el registro civil que todo lo que había dicho era cierto.


Pero centrémonos en esa noche. Como he contado, la pérdida de nuestra amiga nos había conmocionado a todos sobremanera, pero jamás imaginamos lo que iba a ocurrir. Eran las 11 de la noche y ya nos habíamos tomado nuestro acostumbrado té, que para los escépticos no contenía alucinógenos ni ninguna otra sustancia parecida. Habíamos comenzado la sesión y la noche transcurría tranquila había entrado un espíritu burlón que nos había acariciado los muslos suavemente por debajo de la mesa a algunas había llegado casi hasta la entrepierna.Al final, Maite se puso seria y terminó por irse... Después de una pausa y retomado de nuevo, todosconcentrados, con los ojos cerrados…el vaso comenzó a moverse lentamente:


-Buenas noches amigos-(Yo, como casi siempre, anotaba las letras en la libreta)

-Buenas noches te deseamos todos, adelante, eres bienvenido- invitó Maite.

-Bienvenida, lo sé. (Anoté, temblorosa)

-¿Cómo te llamas?- preguntó Maite

-M a r í a... (Volví a escribir)


Un escalofrío me recorrió el cuerpo y abrimos los ojos...mirando temerosos la silla vacía. De repente, el vaso comenzó a moverse a una velocidad vertiginosa...


-Estoy con ustedes, siempre lo estaré, sobre todo ahora que he encontrado mi sitio….

Las velas parpadearon, y yo sentí un miedo atroz al igual que todos.

Maite, le increpó:- ¡Vete, busca otro lugar aquí no está tu sitio!-.


El vaso dejó de moverse y ella apresuradamente apagó la vela, quitó la silla vacía y recogió el tablero. El terror se reflejaba en nuestras caras. No pudimos articular palabra sobre todo cuando al recogerlo aparecieron unas letras impresas en rojo: “Ya he visto la puerta “


Las letras permanecen aún en la mesa. No conseguirán borrarlas. Y yo, yo encontré la puerta. Fdo.: M a r í a