Bienvenidos al Blog de las salas cajón desastre y aventura de vivir de Ozú. Desde hace tiempo nos rondaba por la mente la idea de tener un sitio de encuentro, una referencia más allá de nuestras salitas, un lugar sobre todo para compartir esos "pequeños momentos" de los que se compone cada día.

En este “cajón desastre” todo tiene cabida: fotografía, música, literatura, cine... pretendemos sobre todo aprender los unos de otros y entre todos crear algo diferente que nos sirva de complemento y entretenimiento.

Por eso os invitamos a que participéis con comentarios y sugerencias. Gracias de antemano a todos y ¡Bienvenidos!

viernes, 25 de junio de 2010

Custom300

Había llovido durante todo el día y a pesar de ser las 8 de la tarde estaba oscuro. De nuevo salía tarde de la oficina y como cada día se prometía que esa sería la última vez que lo haría. Hoy estaba realmente cansada, solo tenía ganas de ir a su casa, zambullirse en un baño de espuma y evadirse de su rutinaria vida. Allí la esperaba Gintonic, su inseparable compañero de piso, el gato callejero que adoptó aquella tarde en que le salvó de una muerte por atropello; desde ese día la sigue a todas partes en muestra de agradecimiento.

Apagó las luces, cerró las puertas y a medida que se dirigía al estacionamiento notó que una sombra extraña la seguía. Caminó más deprisa en dirección a su coche, el sonido se iba acercando hacia ella, pero no veía nada. Con el corazón agitado, empezó a correr. Mientras lo hacía una inexplicable fuerza la ayudó a sacar las llaves del bolso, sus manos temblaban. Entre los objetos que había en su interior no acertaba a encontrar el manojo de llaves. –Por favor que las encuentre- se decía a sí misma.

- ¿Por qué las mujeres tenemos tantas cosas en los bolsos? Después no encontramos nada- se lamentaba.

Por fin sacó las llaves y en un impulso, atinó en la cerradura. Abrió la puerta y de un golpe echó el bolso en el asiento del copiloto e inmediatamente entró.

Conectó la radio. El no escuchar el ruido del exterior empezó a tranquilizarla.

Encendió el motor y lentamente el vehículo comenzó a moverse.

Introdujo la tarjeta e inmediatamente se abrió la puerta metálica del parking.

En cuanto vio que se cerraba, un suspiro de alivio escapó de sus labios.

¡Ya estaba a salvo!

No había mucho tráfico, las calles que otros días circulaban a rebosar parecía que hoy estaban desiertas.

Ensimismada en la música, circulaba sin darse cuenta de que un coche la seguía.

Fue en el semáforo donde vio por el espejo retrovisor que se trataba de un Custom 300, el mismo que llevó a Marion al hotel para hundirlo en la laguna. Ese recuerdo la perturbó unos segundos, pero sin darle importancia, continuó su camino.

La luz verde se encendió y ambos vehículos iniciaron su marcha. A pesar de que les separaban unos centímetros, no podía distinguir a los ocupantes.

Un nuevo semáforo detuvo el itinerario. El vehículo pasó al carril de la derecha.

La muchacha giró la cabeza y no vio a nadie al volante.

Asustada, intentó pulsar el acelerador, sin atinar el pedal. Unas manos huesudas se entrevieron tras los cristales ahumados de los asientos traseros.

Por fin, consiguió arrancar el auto, siendo perseguida por el Custom 300.

Su vista estaba fija en el retrovisor. Esta vez no había nada, ni nadie en el coche de Marion.

Cegada por el miedo, pisó a fondo el acelerador. Un camión que venia de frente no pudo evitar el golpe, lanzando su cuerpo por los aires.

Todavía le quedaban unos segundos de vida, suficientes para dirigir la mirada hacia el vehiculo que se aproximaba hacia ella.

Con un silencio sepulcral pasó por su lado. Sus ojos inertes apenas pudieron alzar la vista. De nuevo aquellos dedos huesudos asomaron por la ventanilla.

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