Bienvenidos al Blog de las salas cajón desastre y aventura de vivir de Ozú. Desde hace tiempo nos rondaba por la mente la idea de tener un sitio de encuentro, una referencia más allá de nuestras salitas, un lugar sobre todo para compartir esos "pequeños momentos" de los que se compone cada día.

En este “cajón desastre” todo tiene cabida: fotografía, música, literatura, cine... pretendemos sobre todo aprender los unos de otros y entre todos crear algo diferente que nos sirva de complemento y entretenimiento.

Por eso os invitamos a que participéis con comentarios y sugerencias. Gracias de antemano a todos y ¡Bienvenidos!

sábado, 18 de diciembre de 2010

LA GULA



La libertad cuesta cara, no es gratuita, y cuando se es joven, poco se tiene para dar a cambio. Cuando oigo a los jóvenes hablar de su imposibilidad para independizarse, de la crisis, no puedo dejar de pensar en que si sus ansias de libertad fueran como fueron las mías, no se escudarían tras la pereza y la comodidad.

Mis padres, no es que fueran tacaños , tenían mentalidad de posguerra y para ellos un joven estudiante solo tenía que tener para comer por que se suponía que el resto del tiempo estaría ocupado en estudiar , a esto,  se sumaba  el eterno “ con los sacrificios que estamos haciendo para darte una educación”, con lo cual, un día decidí que a partir de ese momento me buscaría la vida como fuera , dejé de pedirles dinero y solo recibía el giro que me permitía pagar los inmundos habitáculos que solo eran capaces de ocupar los estudiantes venidos a menos como yo.

Y así fue, como sin pasar una guerra conocí lo que era el hambre, hambre feliz , eso sí, por que era compartida y la vivía en libertad, pero hambre al fin y al cabo; empecé a saborear “las cosas sencillas”: esas Teleras de Córdoba (panes grandes de masa blanca) con mahonesa Musa, esas tortillas de pan rallado, ese arroz blanco con caldo Magi y en los días que llegaba el giro, un poquito de proteína con el sabroso pollo al limón( pollo entero con un limón por el culo y metido tal cual en la olla Express).Esta dieta, tan deficiente cualitativa y cuantitativamente, tenia sus cosas buenas: por un lado no había peligro de obesidad y por otro, exacerbaba la imaginación, de manera que por la noche cuando me acostaba y miraba los póster que decoraban mi cutre habitación yo no veía aves del paraíso, jabalís por la dehesa, gacelas en la sabana, solamente veía sabrosos platos de asados , guisos humeantes y jugosas viandas que lo único que ayudaban era a aumentar el ruido de mis tripas.

Por aquel entonces vivía con una alemana tan amante de la libertad como yo y por tanto, con la misma exigua dieta, juntas, compartíamos tanto estudios como ayuno en fraternal compañerismo .Un día, llego el aviso de un paquete de Alemania que fuimos a recoger con gran expectación y al llegar a la casa y como si de una bomba se tratara, lo pusimos en la mesa y lo fuimos abriendo ceremonialmente. En mi vida había visto tanto embutido junto: salami, salchichas, jamón, foigras y también variedades de queso y confituras; mirábamos aquello, lo olíamos y los ahumados penetraban en nuestra pituitaria comprobando que el dicho de “se me hace la boca agua” no era  simplemente una expresión literaria.  Este hecho, había coincidido  con la llegada del moro de un amigo y su cargamento de oro del Rift, con lo cual, nuestra casa era una feria llena de hambrientos alucinados  que miraban aquellos tesoros esperando el pistoletazo de salida. Así que entre el efecto antianoréxico y el hambre atrasada, nos abalanzamos sobre las viandas cual tribu de vándalos, engullíamos  con desesperación, en una mano salchichas, en la otra queso, nos faltaban manos y boca, solamente se oían gruñidos de placer. Y como por arte de magia, desapareció el contenido del exótico paquete.
Esas caras indescriptibles, esos cuerpos maltratados tirados en los sofás y esos embutidos buscando sitio en nuestros estómagos por largo tiempo acostumbrados a la frugalidad. Uno a uno, fuimos saliendo al patio y deshaciéndonos de  la preciada carga que con tanto afán  y desesperación nos habíamos ventilado en media hora.
Ya ha pasado mucho tiempo, media vida, pero cada vez que huelo un ahumado, se mezclan en mi mente sensaciones de hilaridad, asco y también de libertad.

( Godines )

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