Bienvenidos al Blog de las salas cajón desastre y aventura de vivir de Ozú. Desde hace tiempo nos rondaba por la mente la idea de tener un sitio de encuentro, una referencia más allá de nuestras salitas, un lugar sobre todo para compartir esos "pequeños momentos" de los que se compone cada día.

En este “cajón desastre” todo tiene cabida: fotografía, música, literatura, cine... pretendemos sobre todo aprender los unos de otros y entre todos crear algo diferente que nos sirva de complemento y entretenimiento.

Por eso os invitamos a que participéis con comentarios y sugerencias. Gracias de antemano a todos y ¡Bienvenidos!

sábado, 18 de diciembre de 2010

MANUEL


Se llama Manuel y es conocido en todos los grandes restaurantes de París, a donde viaja varias veces al año.

Se trata de un hombre algo alto, bastante grueso, y de cabellos morenos; puede tener unos cincuenta años; no viste ni bien ni mal y sonríe mucho. Tiene, además, fama de ser muy simpático. Cuando no come habla con fruición, sin escuchar a los demás.
                                                                                                                                            ¿Quién es este hombre? ¿Cuál es su modo de vida? ¿Tiene alguna profesión? Sí, algo así tiene; porque es casi una profesión vivir de lo que se come.

Es un gastrónomo. Sí, un crítico gastronómico que aunque se llama Manuel firma sus críticas como "Séneca". Me imagino a muchos que trabajan en lo que no les gusta, envidiar a hombres como él manifestando su admiración en simplones comentarios de personas que desconocen de lo que hablan. El gastrónomo para todos estos impresionables es alguien cultivado y privilegiado.

Manuel es, realmente, un personaje; pero no sabe que lo es. Un personaje salido de la pluma de Moliere. Y si no es consciente de ser un personaje es porque no tiene inteligencia para ello. Su charla no tiene profundidad sino que es más bien banal. No tiene ni agudeza ni ilustración y, aunque se dice lector, no se le notan las lecturas. Es un títere  más en el espectáculo de la vida; sin ver más allá de donde alcanza sus ojos. No tiene nada de filósofo.

Nunca se casó; y sólo porque jamás conoció una mujer que cocinara lo suficientemente bien para él. Quien tiene por toda meta llenarse la panza no puede evitar valorar algo así.

Muchos pensarán: "Es un gastrónomo, una persona refinada". Error, grave error: entender de comida no requiere erudición. Ni comer requiere estudio ni un restaurante es una biblioteca o museo.

Gastrónomos profesionales hay pocos pero aficionados a la gastronomía hay millones. Todos aquellos que buscan distinción ante un plato en vez de entre los libros. Los tenéis entre los licenciados superiores: ingenieros, abogados, médicos, altos funcionarios; personas más o menos pudientes; esnobs pretendidamente refinados: Todos ellos son granos de arena en el vasto desierto de la ignorancia que constituye el territorio de los que habitan en la mundanería. No hay más que más que hablar con ellos. Desconocen todo más allá de su profesión y más allá de todo conocimiento práctico. Como Manuel tienen una charla sin hondura y prefieren una conversación sobre fútbol a una sobre literatura. Realmente son incapaces de mantener una charla medianamente culta y muchos de ellos se jactan de un conocimiento gastronómico en verdad deficiente; al contrario que Manuel.

Manuel no es culto pero entiende de gastronomía. Es un guloso que nunca será profundo porque para comer mucho sólo se necesita mucha hambre; ni inteligencia, ni curiosidad científica. La gastronomía es cultura, pero no alta cultura sino una forma menor de la cultura.

Manuel se complace cuando observa el prestigio que tiene entre algunos. Se sonríe mientras cruza los dedos de sus regordetas manos sobre su enorme barriga. A vanidoso, como a glotón, no le gana nadie.


( Pylaf )



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