Bienvenidos al Blog de las salas cajón desastre y aventura de vivir de Ozú. Desde hace tiempo nos rondaba por la mente la idea de tener un sitio de encuentro, una referencia más allá de nuestras salitas, un lugar sobre todo para compartir esos "pequeños momentos" de los que se compone cada día.

En este “cajón desastre” todo tiene cabida: fotografía, música, literatura, cine... pretendemos sobre todo aprender los unos de otros y entre todos crear algo diferente que nos sirva de complemento y entretenimiento.

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viernes, 10 de diciembre de 2010

EL TRIUNFO DE LA FAMA


                                                                                                                                                                                                           "La fama es la gloria en calderilla."
                                                                                                                                                                                                                   VÍCTOR HUGO


          Una nueva religión unida a un indisimulado afán lucrativo ha venido a copar la mente de la Masa. Tan extendida se presenta esta religión que se ha constituido en aspiración vital máxima de una ingente caterva de indocumentados que cuando la alcanzan consideran su vida anterior como un injusto y sufrido tránsito a la auténtica, su nueva realidad mediática. Ejemplos sobrados de esta excrecencia del mundo de las comunicaciones se encuentra entre los personajillos surgidos, por ejemplo, en los distintos reality-shows televisivos. La implantación de esta fe popular, introducida aparatosamente en la actualidad social del siglo XXI invierte la estructura de valores que sostuvieron y dieron corpus ético a la antigua y desaparecida sociedad heredada por Occidente desde el final del Imperio romano. Esta religión de lo inmediato,  lo materialista, lo banal y lo vulgar ha trastocado las relaciones entre mérito y éxito, y entre valor y precio y ha propiciado el intercambio de las antiguamente prestigiosas personalidades públicas por el abyecto personaje mediático.

          A esto de añade que todas las manifestaciones de esta religión en el mundo de la moda, el Rock, la Televisión, el cine o Internet generan una subcultura de la imagen en la que, además, de prescindirse de los valores éticos clásicos se menosprecia el cultivo de la dificultad y la exigencia de la calidad y de lo inteligente imponiendo una dictadura de la apariencia que tiene su máxima expresión en la multiplicación de las clínicas y operaciones de cirugía estetica. Facilidad, belleza, dinero, juventud y frivolidad son vértebras mantenedoras de esta deformada anatomía del estrellato mediático. ¿Cómo no entender, cabalmente, que esta promesa de flashes y focos, de beneficios fáciles y griterío, de incultura y anomia moral no se propague como la pólvora?

          Ahora mismo entre los que estrenan su juventud aún ajenos al mundo de las responsabilidades adultas se advierte esta metástasis social del famoseo inmerecido. Frente al paraíso de la alta cultura y los prestigios basados en le esfuerzo, contra la dificultad del ejercicio profesional: el triunfo voraz de la fama, del ser famoso como realización personal y bien supremo, la sublimación de la facilidad y de lo inmediato. Una fama que entiende y subraya la vida como el apogeo del aquí y el ahora y que ha renunciado desde el principio a la perdurabilidad del éxito alcanzado más allá de esta vida. ¿Qué es esta sed de vano estrellato sino la negación del verdadero reconocimiento de una gloria alzada sobre el pedestal de los talentos? 

          Las críticas vertidas a esta nueva religión siempre se apoyaron en incontestables razones que evidenciaban su nulidad cultural y ética pero ¿cómo no sentirse derrotado en la crítica a esta abyección ante la propagación como pandemia de esta promesa de éxito fácil que trastoca el antiguo valor de lo meritorio y ofrece el todo por nada, la satisfación inmediata de lo material y de los egos con el único esfuerzo de mostrar públicamente una orgullosa ignorancia, un afán narcisista de notoriedad y una apología de lo inmerecido? Así, figuras que de otro modo vagarían en un paraje de anonimato, abandonan ese territorio de nadería y acceden hasta un altar excremental de difusión mediática transladando consigo su innumerable mediocridad.

         Tiene este fenómeno precedentes abundantes este siglo: desde los grafiteros que desde hace tres décadas se reivindican garabatenado superficies en calles y metros hasta el boom comercial del arte posmoderno que reivindica la juventud artística como paradigma de lo valioso y, más allá, en el fenómeno del arte Pop de los años sesenta del siglo pasado que elevó a la categoría de icono cultural a algún artista cuya obra ni propone un discurso intelectual de valía ni desarrolla un sentido artístico basado en el talento sino sólo en la autopromoción y la vanidad.

          El último tipo de personaje incorporado a esta plataforma de lo inmerecidamente famoso y nulamente cultural se ha revelado entre la oferta de propuestas de Internet. Muchos y suficientes ejemplos de este carácter hacen pensar que su propagación no se deriva de una moda pasajera sino que refuerza el apuntalamiento de un fenómeno sin usos de desaparecer prontamente. Fenómeno inextinguible si se piensa, además, que esta notable transformación social se basa en un nuevo orden que la demanda. Me temo que no hará más que asentarse a perpetuidad y que quizás se propaguen a la esfera identitaria de otros ecosistemas culturales.



( Shakespeare )

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