Bienvenidos al Blog de las salas cajón desastre y aventura de vivir de Ozú. Desde hace tiempo nos rondaba por la mente la idea de tener un sitio de encuentro, una referencia más allá de nuestras salitas, un lugar sobre todo para compartir esos "pequeños momentos" de los que se compone cada día.

En este “cajón desastre” todo tiene cabida: fotografía, música, literatura, cine... pretendemos sobre todo aprender los unos de otros y entre todos crear algo diferente que nos sirva de complemento y entretenimiento.

Por eso os invitamos a que participéis con comentarios y sugerencias. Gracias de antemano a todos y ¡Bienvenidos!

sábado, 18 de diciembre de 2010

Aitana

El reloj de la plaza mayor tocaba la quinta campanada de aquella tarde otoñal.

Como cada viernes una mujer salía de ese portal. Hoy iba vestida con un traje ceñido, con todos sus rasgos femeninos marcados en esa falda ajustada. Descubriendo al mundo sus encantos íntimos. Ella deseaba que los hombres ansiaran ese cuerpo perfectamente esculpido.

Era una mujer hermosa: ojos grandes, labios carnosos, busto exuberante, caderas moldeadas para captar la atención de cualquier hombre. Lo sabía y se aprovechaba de ello. Su cuerpo de escándalo se contoneaba con movimientos lujuriosos a medida que iba caminando, dirigiendo sus pasos desde aquel lugar hasta su casa.

-Me llamo Aitana y siempre estoy disponible después de las tres de la tarde.

Con esta frase su vida se transformaba, convirtiéndose en una fuente de placer a cambio de dinero.

Muchas mujeres la envidiaban por la clase de vida que llevaba: vehículos de lujo, ropa de marca, perfumes caros, joyas, viajes al extranjero… tenia cualquier capricho que toda mujer podía desear.


Los hombres la odiaban, acusándola de puta a sus espaldas cuando realmente se morían de ganas por echarle un polvo.
Ella sabía muy bien que era atractiva y deseada por la mayor parte de esos hombres que la miraban con ojos viciosos. Sabía que con sólo una llamada, cualquiera de ellos estaría tocando a su puerta con un cheque dentro de la cartera.

Más de tres años ejerciendo esa disciplina de la vida la habían insensibilizado de toda aquella gentuza.

Cuando entró a su casa, se despojó de sus ropas y adornos.

Debajo de la ducha recordó la escena que acababa de vivir con el último cliente.

Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos resbalando por las mejillas.

Salió del baño, e introduciendo dos dedos en la boca, vomitó como si de un ritual de limpieza se tratara.

Acto seguido se puso el chándal y fue a la cocina para coger una caja de galletas y una tableta de chocolate amargo. Se sentó en un sillón frente a la ventana y dejó que su mirada se perdiera en el horizonte.

A la espera del encuentro con aquel amante que la abandonó.

( Aitana )



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