Bienvenidos al Blog de las salas cajón desastre y aventura de vivir de Ozú. Desde hace tiempo nos rondaba por la mente la idea de tener un sitio de encuentro, una referencia más allá de nuestras salitas, un lugar sobre todo para compartir esos "pequeños momentos" de los que se compone cada día.

En este “cajón desastre” todo tiene cabida: fotografía, música, literatura, cine... pretendemos sobre todo aprender los unos de otros y entre todos crear algo diferente que nos sirva de complemento y entretenimiento.

Por eso os invitamos a que participéis con comentarios y sugerencias. Gracias de antemano a todos y ¡Bienvenidos!

jueves, 23 de septiembre de 2010

MABEL ( Julio )

Pulsé el timbre sólo una vez. Hubiera deseado hacerlo muchas más pero no quería que se notaran mis prisas. Por el fonoporta escuché una voz femenina que me abrió a distancia tras identificarme.

Crucé rápidamente el jardín. Conocía el trayecto y sabía que, frente a una piscina bastante grande, se encontraba la terraza cubierta. Bajo su sombra se estaba ella, Mabel, la única hija de los dueños, mis clientes. Su voz no me había parecido normal y, al llegar, comprobé la razón: estaba tumbada en una hamaca y tenía una rodilla amoratada.

Me explicó que se había golpeado con el bordillo de la piscina y me invitó a sentarme frente a ella. Al contemplarla de cerca, en bikini, olvidé mis prisas iniciales. Aunque intentaba disimular, mi mirada no podía evitar recorrer aquel cuerpo esbelto y tan proporcionado, de cabellos negros y piel morena cobriza por el sol caribeño, hawaiano y quien sabe de cuantos otros lugares. Su aspecto no dejaba dudas de la envidiable vida que disfrutaba aquella belleza de aspecto exótico. Desconocía su edad pero intuía que no llegaría a los cuarenta años y, si bien yo tenía algunos menos, las canas me hacían parecer mayor.

Por mi experiencia deportiva le sugerí que se aplicase alguna pomada antiinflamatoria y ella me indicó un vestuario cercano donde había un botiquín y me pidió que se lo trajese.

Encontré en él un tubo de Trombocid y se lo entregué. Me miró, como intentando penetrar en mi mente, y debió descubrir mis verdaderos deseos porque me lo devolvió rogándome que se lo aplicase yo mismo.
Mi sorpresa fue mayúscula. No esperaba un ofrecimiento de ese tipo, aunque lo deseara con toda mi alma … y con todo mi cuerpo. Ella debió notar los cambios de color en mis mejillas y los parpadeos dubitativos pero llenos de alegría. Antes de que retirase su oferta, me adelanté con un “Si, claro, … naturalmente, …encantado”. Mi comportamiento debía asemejarse más al de un ingenuo adolescente que al de un experimentado adulto curtido en muchas batallas. Me arrepentí de decir “encantado” pues esa palabra podría revelar mis deseos auténticos y no ser interpretada como una cortesía, pero ella me sonrió, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. ¿Sería ese gesto una invitación a dejarme toda la libertad que yo desease tomarme? ¿O mi mente, animada por mis instintos, empezaba a desvariar?

En las yemas de mis dedos índice y corazón de la mano derecha deposité un poco de pomada, acerqué mi silla hasta su larguísima y torneada pierna y, estremeciéndome imperciptiblemente, empecé a frotar sobre el morado. En ese instante creí notar un ligero temblor en su rodilla y le pregunté si le dolía.
--No, que va. Todo lo contrario, me alivia mucho –dejó pasar unos segundos antes de añadir- …y lo haces muy bien, me encanta.

A ella también le encantaba. ¿Eso era otra invitación a que tomase mi propia iniciativa? Era evidente. Estábamos sólos, de otro modo, no hubiera sido ella sino el servicio quien me hubiese recibido y abriera la puerta.

Mientras aplicaba el fármaco noté una presión en mi bajo vientre, lo que me obligó a moverme un poco para adaptar el hueco que había entre mis muslos a las nuevas necesidades espaciales.

Ya había extendido toda la crema sobre la piel amoratada pero simulé no haber terminado mi trabajo y continué frotando mis dedos ya secos en círculos cada vez más alejados de la zona herida. Paulatinamente iba agregando mas dedos a ese roce hasta que llegó a ser con toda la mano, mientras la otra, la izquierda, la colocaba debajo de la rodilla.

Mis progresos en la conquista del territorio de su piel eran muy lentos, pero seguros, y ya me había excedido en casi diez centímetros por encima de la zona afectada. La miré de reojo, seguía como dormida, con cara de placer y una respiración algo agitada, pero al contemplar sus pechos con los pezones marcando su relieve por debajo del sujetador, se deshicieron todas mis dudas y, aunque mantenía la lentitud en el avance, mi mano derecha ya no frotaba sino que acariciaba su muslo por la zona interior y ella abría ligeramente las piernas dejando paso a mis dedos que continuaron progresando en dirección a su entrepierna. Mientras escuchaba sus gemidos entrecortados, mi mano izquierda subía por su cadera, por su cintura y su abdomen hasta sus pechos.

Me puse de rodillas junto a aquella diosa y mi lengua despertó saboreando la piel de su vientre y descendiendo lentamente hacia la fuente de los placeres.

………………

Mi cartera con los informes fiscales había quedado en el suelo y estaba recibiendo un goteo continuo de un vaso de zumo que se había tumbado. No importaba, mi lengua también recibía una placentera ración de jugos derramados desde el interior de aquella piel morena.

( Julio )

2 comentarios:

  1. Avena dijo...
    Bien escrito.Me gusta la contraposición delas prisas inicicles con la cadencia del final.me quedó con la frase:"Mi conquista sobre el territorio de su piel.." ;) es como un sello.Gracias por participar.

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  2. Elbrus dijo...
    Como todos tus anteriores relatos, este de nuevo muestra el dominio del lenguaje para describir escenas eróticas. Me ha gustado cuando escribes " Me puse de rodillas junto a aquella diosa y mi lengua despertó.... fuente de los placeres". Invita a imaginar el resto. Gracias por seguir participando!

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