Bienvenidos al Blog de las salas cajón desastre y aventura de vivir de Ozú. Desde hace tiempo nos rondaba por la mente la idea de tener un sitio de encuentro, una referencia más allá de nuestras salitas, un lugar sobre todo para compartir esos "pequeños momentos" de los que se compone cada día.

En este “cajón desastre” todo tiene cabida: fotografía, música, literatura, cine... pretendemos sobre todo aprender los unos de otros y entre todos crear algo diferente que nos sirva de complemento y entretenimiento.

Por eso os invitamos a que participéis con comentarios y sugerencias. Gracias de antemano a todos y ¡Bienvenidos!

jueves, 23 de septiembre de 2010

LA BRISA ( Juan Laffite )

Me aburría tremendamente y tome la decisión de saludar a los vecinos, Estaba demasiado metido en mi espacio. Un espacio que empezaba a asfixiarme, tenía la sensación de estar perdiéndome demasiadas cosas.

Aquella sala podría ser tan buena o tan mala como cualquiera, así que le pinché a aquel emoticón sin demasiada esperanza por encontrar algo diferente. Lo que oía no sabia si me gustaba o no, simplemente era diferente. ¿Y por que no? ¿Que podía perder? Como mucho el tiempo, y ese día me sobraba. Cuando intento recordar mi primera conversación con ella una neblina lo emborrona todo. Seguramente seria una conversación tan plana y tan trivial como todas a las que estaba acostumbrado. Sin querer, sin pensar, dejándome llevar, me di cuenta de que aquellas letras que fluían en la pantalla empezaban a engancharme. Volví al día siguiente y al siguiente… La mente de aquella mujer me sedujo enormemente. Un día pasamos de las palabras a las imágenes; y si aquella mente me sedujo su cuerpo me atrajo. Llegaron las vacaciones y se perdió el contacto, quizá era la excusa perfecta para enfriar aquellas ganas de tenerla junto a mi.

Un “hola” se abrió en aquella ventana, aquel hola me abraso el alma, me encogió el estomago, acelero mi corazón...

Era una noche de principios de septiembre, Solo una pareja en aquel restaurante a la orilla de la playa. Nosotros.

La brisa fresca además de anunciarme el final del verano se empeñaba en darme celos. La brisa conseguía: abrazarla, acariciarle su pelo, rozarle las mejillas, susurrar en sus oídos las palabras que a mí me faltaban.

Me levante, le ofrecí mi mano y le dije: ¡Ven! No tenia la minima prisa por seguirme, solo me miro a los ojos y se puso en pie. En aquel momento deje de tenerle celos a la brisa. Los celos se convirtieron en odio. No podía soportar que la abrazara como lo estaba haciendo, ciño su vestido a su cuerpo, levantó su pelo burlándose de mí, Diciéndome: Ahora es mía, pero te dejare adivinar sus muslos, su cintura, sus pechos. Sufre, por que no sabes si esos pezones que se te clavan en los ojos son por mi culpa o por la tuya.

Caminamos descalzos sobre la arena, se apoyaba en mi brazo, con la otra mano se recogía la falda de aquel vestido. El rumor de las olas cada vez más fuerte, empezó a ser demasiado sugerente como para poder resistirme a besarla. Estaba decidido, la besaría cuando la mar lamiera nuestros pies. Justo en ese momento se volvió hacia mí, me abrazo por el cuello y me dijo: baila este ritmo. Mis manos tardaron en llegar a su cintura, justo en la frontera que marcaba el deseo de poseerla y el miedo al rechazo. Déjate llevar, no pienses, solo déjate llevar por las olas, se tu mismo, me susurro. Al ritmo de las olas empezamos a fundirnos el uno con el otro. Cada vez mas cerca, a cada instante mas pegados. Mis manos empezaron a tener vida propia, recorrían su espalda, sus nalgas, su cintura, sus pechos estaban clavados en mi tórax. Se me hacia difícil respirar con normalidad tanto por su percepción como por su turgencia. Mi boca deseaba algo más que su cuello, necesitaba la suya. Necesitaba beber de esta mujer con la misma necesidad que un alcohólico necesita su primer trago del día. Si, estaba borracho de ella. Sin despegar mis labios de su piel buscaba la fuente de mi deseo. Y en ese preciso instante note como la brisa se convertía en mi aliada. Nos traía el regalo del sonido de un saxofón que le hacia los coros a las olas. Aquella música acelero nuestra ansia. Nos deshicimos de lo único que nos separaba, de la ropa. Nos buscamos igual que dos adolescentes en celo, queríamos conocer cada pliegue de nuestro cuerpo, aprendernos de memoria hasta el último resquicio de nuestro ser. Caricias, besos, susurros, suspiros…. La luna se escondía tras aquellas caderas de infinitas promesas. Probé el sabor a mistela de sus pechos y no podía resistirme al sabor a miel del sitio más íntimo de su templo. Nuestros cuerpos se preparaban para fundirse, entre más caricias, más besos, más susurros, más suspiros.

Me resistía a entrar en la ermita del deseo a pesar de que este ateo lo deseaba con todo su ser. Entre susurros me dijo: lleva el ritmo de las olas, bailemos juntos este son. El saxofón enmudeció y la brisa empezó a arreciar, Poco a poco se convirtió en un levante travieso que nos invitaba, nos ordenaba seguir su cadencia.

La coreografía más sugerente de mi vida. La que jamás podré olvidar, la que jamás podré dejar de desear.

Desde ese día no conozco música más sugerente que el sonido de las olas.
Quiero danzar contigo hasta que el cuerpo aguante.

( Juan Laffite )

2 comentarios:

  1. Elbrus dijo...

    La brisa enemiga y aliada...
    Has sabido jugar con las palabras para dar rienda a la imaginación entre los personajes. Me gusta la frase " Me resistía a entrar en la ermita del deseo a pesar de que este ateo lo deseaba con todo su ser". Animo y gracias por participar!

    ResponderEliminar
  2. Avena dijo...
    Bien lograda esa pincelada de romanticismo y pasión que todo relato erótico debe tener.Preciosa la metáfora de la brisa jugando con el personaje.Gracias por participar y ¡sigue escribiendo!

    ResponderEliminar