Bienvenidos al Blog de las salas cajón desastre y aventura de vivir de Ozú. Desde hace tiempo nos rondaba por la mente la idea de tener un sitio de encuentro, una referencia más allá de nuestras salitas, un lugar sobre todo para compartir esos "pequeños momentos" de los que se compone cada día.

En este “cajón desastre” todo tiene cabida: fotografía, música, literatura, cine... pretendemos sobre todo aprender los unos de otros y entre todos crear algo diferente que nos sirva de complemento y entretenimiento.

Por eso os invitamos a que participéis con comentarios y sugerencias. Gracias de antemano a todos y ¡Bienvenidos!

viernes, 25 de junio de 2010

Mr White

“Todo número, ante el infinito, es cero”

Ya otra vez, la oscuridad, que me acompaña. ¿Mis gritos? Serán pasto, de las disquisiciones de alguna que otra mente lúcida, que si acaso existen, que si acaso no... para el resto del mundo, desde luego, nunca serán reales.

¿Que sentido tiene, pues, escribir lo que escribo, Si se pierde al momento? La respuesta es bien sencilla. ¿Sentido? ¡Quien ha hablado de dar un sentido a todo ataque visceral! ¡Maldita la suerte, en esta celda conocida.!

¿Que me queda ya que leer? Que me queda ya que pensar que a mi me distraiga? Ni siquiera llueve afuera, es otra de esas noches quietas... imperturbables.

Y heme aquí, venido a más en mi última noche en la tierra, acrecentándome, como si con eso fuese a conseguir algo. Ayer me visitó un sacerdote, de barba luenga, una vetusta biblia y la mirada complaciente, y no me eché encima de él , como ustedes supondrán de mi carácter inestable, ni le negué su viejo dogma, petrificado. En lugar de eso, le hice un hueco en una silla de plástico donde tenía las revistas de la semana, me senté frente a él en mi límpido inodoro de mármol y lo escuché ansioso, como si tuviese que resolverme algo, o como si fuese a darme una reserva de primera para el próximo vuelo a Indochina. Nada, solo palabras, pero me hubiese aferrado a lo que sea. En esos momentos, la gracia de Dios tenía muchísima más fuerza de lo que nunca hubiese imaginado, aun siendo yo, como he sido, un ateo convencido. Basta verse esto encima, que yo ahora me estoy viendo, ¡maldita la hora! para replantearse un par de cosas. Viejos recortes de un catecismo antiguo, o antiguos recuerdos de moral familiar, son suficientes para que salgan a flote justo cuando se necesitan.

Y yo... si tan solo pudiese salir de aquí... el hombre no debería reflexionar sobre su propia muerte, ni menos aun , ponerle una hora. Pero no van a dar conmigo, no supondrán esos carniceros, esos perros del estado que voy a estar aquí, ensimismado con el suelo, para que luego me den una palmadita y me lleven cogido del brazo. No soy yo de esa clase de hombre.

La muerte es algo que me supera, me asfixia la sola idea de perder la conciencia, de perder el aliento. Y deben entender, que la gente se guarda bien de sentirse como yo me siento, aun a sabiendas, que tenemos un mismo fin compartido. Pero no es hasta el último momento, cuando se percatan de que se enfrentan a algo que los supera. Es entonces, cuando el terror viene de abajo, desde el estómago, hasta la ansiedad y la taquicardia, hasta que en el sopor del sueño buscan un consuelo vago.

Pero tengo un mensaje para todos ellos, no sería otra mi intención que darles un último regalo de navidad, en ese propósito empecé la carta que ahora acabo, si es que esto va a parar a algún periódico sensacionalista, si es que no se lo comen antes esos ratones de ahí. Mejor apretad en vuestro puño este papel, y tiradlo, antes de leerme, porque vengo a recordarles señores, que no es peor suerte, esta que a mi me toca, que la que guardan ustedes. ¿o acaso creyeron ser inmortales?. El tiempo pasa rápido, y “cualquier número, ante el infinito, es cero.” Decía aquel loco matemático.

Debo despedirme, con toda la sorna que pueda y dejarles de una vez que sueñen con su credo. Tengo algo de prisa, que vienen a primera hora, el sol parece que despunta, y tengo un plan para fugarme. ¡Vengan a por mí!

– Muy de mañana, los carceleros se disponían a llevar al reo número 44345 a la habitación 14, para poner fin a su vida, como así se había convenido en el juicio celebrado ese mismo año. Se encontraron, frente al lavabo, al homicida, “bañado en su propia sangre, con los antebrazos cortados”, según el segundo agente, “con un gesto de mofa en su cara” y un papel en su mano izquierda en el que se leía “Vengan a por mí”.

"Usa Today " 12-03-1994

" Mr White"

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