Bienvenidos al Blog de las salas cajón desastre y aventura de vivir de Ozú. Desde hace tiempo nos rondaba por la mente la idea de tener un sitio de encuentro, una referencia más allá de nuestras salitas, un lugar sobre todo para compartir esos "pequeños momentos" de los que se compone cada día.

En este “cajón desastre” todo tiene cabida: fotografía, música, literatura, cine... pretendemos sobre todo aprender los unos de otros y entre todos crear algo diferente que nos sirva de complemento y entretenimiento.

Por eso os invitamos a que participéis con comentarios y sugerencias. Gracias de antemano a todos y ¡Bienvenidos!

domingo, 16 de mayo de 2010

Tecktronic

Cada día le observaba desde la ventana de mi cocina.
Él estaba en su habitación, sentado frente la ventana... estudiando.
Era primavera y hacía calor, teníamos los ventanales abiertos y oía la música procedente de su equipo.
La ponía tan alta que era inevitable que no girase mi vista hacia su origen.
Era muy joven, seguro que todavía iba al Instituto o empezaba la Universidad. Era alto, guapo y descaradamente joven.
Llevaba el torso descubierto, yo no podía dejar de mirarle. Por un momento me di cuenta que estaba excitada. Cuando alzó la mirada al patio de luces me descubrió. Intenté disimular, pero fue en vano. Se asomó a la ventana y me saludó.
Pude comprobar que llevaba un boxer y que su cuerpo estaba bien formado.
Me sonrojé al sentirme descubierta y respondí a su saludo, después cerré la ventana y me fui. Mi corazón iba a cien por hora.
Entré en el comedor, mi marido estaba viendo un programa de televisión, me puse frente a él, le bajé la cremallera del pantalón, me senté sobre él y allí mismo le poseí.
Sin darle tiempo a reaccionar, le dejé en ese mismo sofá, me duché, decidida a salir a la calle a comprar algo para la cena.
En cuanto salí al rellano de la escalera oí la puerta de los vecinos de enfrente. Era él, el mismo chico que acababa de saludar. Le tenia de nuevo delante, pero esta vez más cerca.
Entramos juntos al ascensor. Estaba recién duchado y olía muy bien.
Nuestras miradas se cruzaron y de repente paró el ascensor.
Ante mi sorpresa me agarró del pelo y me acercó hacia él.
Nuestras bocas se devoraron con ansiedad, me levantó la falda, me cogió en alzas y contra la pared del ascensor echamos un polvo salvaje. El más salvaje de mi vida.
Cuando acabamos, le dimos de nuevo al botón del ascensor y sin cruzarnos palabra, nos fuimos al portal.
Cada uno se dirigió a su destino.
Una ligera sonrisa iluminaba mi cara.
Al día siguiente me enteré de que tenía 19 años

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