Bienvenidos al Blog de las salas cajón desastre y aventura de vivir de Ozú. Desde hace tiempo nos rondaba por la mente la idea de tener un sitio de encuentro, una referencia más allá de nuestras salitas, un lugar sobre todo para compartir esos "pequeños momentos" de los que se compone cada día.

En este “cajón desastre” todo tiene cabida: fotografía, música, literatura, cine... pretendemos sobre todo aprender los unos de otros y entre todos crear algo diferente que nos sirva de complemento y entretenimiento.

Por eso os invitamos a que participéis con comentarios y sugerencias. Gracias de antemano a todos y ¡Bienvenidos!

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Vistiendo palabras- Dorthe


Nuestro amigo Dorthe nos invita de nuevo con un precioso relato.



Aquella tarde hacía mucho frío. 


Era uno de los días más crudos de un invierno que se avecinaba ya cercano. Venia como siempre, silencioso pero implacable. Los habitantes de la aldea estaban ya acostumbrados y sabían en todo momento lo que tenían que hacer para el frío que se avecinaba. Los pocos vecinos, veintinueve en total, eran gente honesta con la particularidad del gusto por el buen vino y las costumbres antiguas, con la sencillez de saber muy claramente, que lo bueno era bueno y lo malo, malo, y donde el mal y el bien se diferenciaban con nitidez. Aquella tarde, repito, de aquel mismo día, estaban los mismos protagonistas de un escenario donde parecía que se escondía el tiempo y el sol apenas se asomaba. Cosa nada extraña, porque cuando lo hacia era para saludarnos tan brevemente, que nadie sabía con certeza cuando lo volveríamos a ver. 

La conversación volvió a versar sobre la estrecha carretera y el estado penoso de su asfaltado. Los comentarios, los de siempre: El difícil acceso por las curvas que tenía. Cuando ya se agotaron todas las razones y sinrazones pudieron atrapar a “o vello da choqueira” y retenerlo hasta que los vasos estuvieron otra vez llenos, y solo entonces descendió sobre el pequeño edificio que hacía de taberna, ferretería, estanco, y papelería, uno de esos silencios curiosos, llenos de suspense, y que todos supieron reconocer como el preludio de una curiosa historia del “do da choqueira”.

Cuando empezó hablar, lo hizo sobre una pareja, del que todos habían oído hablar, pero que nadie los había conocido como el.                                    

Llamaban mucho la atención por su singularidad. 


La primera vez que los vieron fue cuando llegaron por primera vez en su coche. Ambos se esforzaban en recoger  los últimos paquetes que habían comprado en unos grandes almacenes de la capital. Era una pareja por decir algo, un tanto incompatible. Todavía después de más de veinte años, ninguno de sus amigos podía explicarse por qué se habían casado. Nadie les fue a darles la bienvenida. No por descortesía ni por recelo, sino por su natural forma de ser. Se comportaban como si fueran los únicos pobladores de la pequeña aldea.

El era ya un hombre, que aunque no estaba en la edad de la jubilación, por su estado físico estaba ya en el mismo borde de la vejez. Había trabajado muy duro, como técnico en electromecánica. Sus conocimientos de física y electricidad le permitieron ocupar un alto cargo antes de retirarse, y para tener algo que fuera lo suficiente como para permitirle regresar a donde había nacido. Una aldea del interior entre montañas y poder así, disfrutar de esa tranquilidad que da ver el tiempo pasar mientras hacia lo que siempre quiso y deseó hacer: Reconstruir utensilios de labranza que se utilizaban por aquella zona, siempre que se lo permitiese su paranoia que le impedía adaptarse socialmente y que con mas frecuencia de la deseada le hacía huir de su realidad, creando dentro de su mente otra realidad distinta, pero siempre mas favorable a sus deseos. 

Le hacía sentirse mejor. Era como ganarle distancia a la angustia que constantemente le perseguía. 

La mujer, bastante más joven, con las curvas de los cuarenta y con una bonita sonrisa, era como esas fragancias caras o piedras preciosas que le ofrecen a uno a bajo precio. Se mira, le gusta y se desea, pero que no se es capaz de soltar un maldito euro por desconfiar del género. Tengo que reconocer sin embargo, que uno se empapaba de mujer con su presencia. Se empapaba, como cuando uno se empapa con el sudor. Poco a poco, su piel, su pelo, pero sobre todo su cuerpo, eran de los que llamaban al deseo por su nombre. Mientras más se miraba mas se tenia el convencimiento de que tener una infidelidad con ella no seria rentable. Sin embargo, no debían de opinar así, el último acompañante que estuvo con ella, con la simple intención, y la excusa  de acompañarla para asesorarla en los complementos de la nueva casa. Complacida, sabía de sobra que los hombres solo pensaban en el sexo, aunque lo practicaban pocos. Ella era la encargada de recordárselo, de vez en cuando. 

Habían pasado dos largos meses desde que llegaron, y las noches se hicieron más largas y más oscuras. Espacios cerrados por lo perfiles de las montañas, y por los pequeños bosques, que ensombrecían aún mas la poca luz de las estrellas. Las casas, muy separadas entre si por árboles frutales, huertos, y pequeñas matas de bosque, estaban como escondidas sobre la falda de la montaña.  Todo eso le daba un aspecto muy peculiar para cualquiera que no hubiera nacido allí.


Aquella noche más. 


Se había sentado  en el “corredor” con un amplio ventanal, muy corriente por aquella zona, y que son espacios acristalados con tarima flotante de madera, para aprovechar mejor la luz del día, y el calor del interior. Estaba solo como casi siempre. Con el tiempo se hizo ya una costumbre, y el motivo de sobra conocido: “Las reformas  particulares” de su mujer. Sin mas importancia para el, se dispuso a saborear un aguardiente quemado muy caliente, observar cómodamente alguna estrella antes de acostarse y recrearse en la sosegada calma que trasmitía la tranquila noche. 

Poco después, una luz que pasó por su cara le hizo cerrar los ojos. Los dirigió hacia donde había venido, y sucedió que unos instantes después  los tuvo que cerrar por segunda vez. Había transcurrido solo segundos. Luego nada. Más tarde comprendió que había sido un coche al pasar por las últimas curvas antes de llegar a la aldea. 

Cuando oyó el ruido inconfundible de su “Todo-terreno” comprendió que su mujer había llegado. Estaba entrando en el garaje, y esto le confirmó que las luces, habían sido las de su coche. No pudo impedir un gesto de reproche al pensar que ni en sitios tan bellos como en el que estaban, (Eran a la medida de un sueño), no se pudiera disfrutar de ellos. Sin esperarla, y tratando por todos los medios de rehuir un posible encuentro, u cualquier tipo de conversación, aprovechó el momento para retirarse a dormir, sin poder evitar que un interrogante le mantuviera despierto largo tiempo.

¿Siempre le molestaban las luces cuando coincidían en el mismo lugar, estando él en la galería?

¿Por qué se repetían los destellos en tan poco de tiempo sobre el mismo lugar?


Tardó tiempo en quedarse dormido antes de poder resolver estas dudas y otras más. Al día siguiente lo comprobaría.


Era muy temprano cuando se hallaba en el lugar de donde habían provenido las luces de la noche anterior. Era una doble curva en forma de ese, de izquierda a derecha las dos muy cerradas pero con la particularidad que al salir de la última, se estrechaba la carretera de tal forma y manera que apenas cabía un coche. Al lado derecho quedaba una pendiente con una caida casi vertical que llevaba al final de los 300 metros a un barranco muy profundo con aguas escasas de un riachuelo. Pero no fue hasta que salió de la segunda curva y ver casi de frente el bonito ventanal de su vivienda.

Lo comprendió todo.


El primer destello fue en la primera curva, y el segundo inmediatamente al salir de la segunda y entrar en el sitio estrecho. 


La idea se le metió en la cabeza, y ya no pudo salir. 

Los siguientes días los dedicó a repasar y medir los tiempos que transcurrían desde que la primera luz daba en el ventanal, donde él se colocaba, hasta la segunda. Eran como si fueran dos grandes y largos destellos, con una diferencia, de 14  segundos. Pasaron días, que se convirtieron en semanas y meses de medir, observar, y de preparar el pequeño artilugio, que por medio de un mando a distancia, hiciera saltar con el calor producido por un cortocircuito provocado, el espejo retrovisor. El día que lo comprobó, no pudo evitar una satisfacción enorme. El cristal saltó en mil pedazos, convirtiendo en una pequeña antorcha, el plástico donde se alojaba. 

Lo demás era cuestión de tiempo. Nunca tuvo prisas. Esperaría.

La ocasión llegó dos meses mas tarde. Se terminaba el invierno. Se tomó una tarde libre, y encargó el mejor aguardiente de la zona. Después de la cena cuando la noche cubrió la poca luz del día, se sentó. 

Era un placer desmedido. Sin sentimientos de culpa. El placer de un trabajo bien echo a punto de ponerlo en práctica. Y la luz llegó. Lo que iluminó fue un rostro sin preocupaciones, un rostro quizás lleno de curiosidad cuando cogió el mando a distancia. Se puso de pié, y 14  segundos mas tarde, cuando la segunda luz, le dio en la media sonrisa que reflejaba su rostro brillándole los ojos, apretó el mando, y vio con toda claridad, casi al instante, que las luces resbalaban pendiente abajo deslizándose por la montaña, hasta llegar al fondo mismo del barranco. Se sentó, y sólo entonces fue cuando se dedicó a terminar con el aguardiente que tanto le gustaba. 

Apuró la última copa, y ya con las sabanas retiradas a punto de acostarse, oyó ese maldito tono del teléfono que tanto odiaba.


Descolgó.


--¿Estas ahí cariño? 

La sorpresa lo paralizó. Y lo volvió a colgar.

No podía comprender nada. Fue entonces cuando el tono del móvil, le indicaba que tenía un mensaje. Lo abrió, era de su mujer diciéndole:

Cariño, ¿han llegado tus padres?


Querían verte y se han llevado el coche. Yo me quedo esta noche en la ciudad. 


Minutos mas tarde, en la casa se realizó un disparo que nadie oyó.


Dorthe.

1 comentario:

  1. Estupendo relato .. No siempre es suficiente ser paciente.. el final puede sorprender intensamente.

    Me ha gustado mucho Dorthe .. mi aplauso .. rosas y un sonoro beso.

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