Hace cosa de unos días, me levanté con una extraña sensación. Nada más abrir los ojos me di cuenta de que no podía distinguir los colores. Me los restregué con fuerza y salí de la penumbra de mi habitación… Nada, efectivamente, sólo podía ver en blanco y negro. Tuve un ataque de pánico, pero enseguida me tranquilicé a mí misma pensando que aquello sólo podía tratarse de algo momentáneo, igual sólo era una pesadilla. Así que me duché, y desayuné esperando el milagro. Nunca me había resultado tan feo y oscuro el mobiliario de la cocina. Pasaron unos minutos y al ir a cepillarme los dientes fui consciente de la gravedad del asunto… ¡No podía diferenciar el color de mi cepillo!
Me serené un poco, me vestí (por primera vez no tuve problemas para combinar la ropa) y salí a la calle. Tenía que buscar una solución a lo que me pasaba. Todo a mi alrededor resultaba monótono y aburrido. Las personas me parecían iguales, las mismas caras grises, sin nada que llamara la atención en sus atuendos; las casas, los coches, hasta el BMW de mi vecina del quinto había perdido su brillo y aparecía de un gris opaco. En plena campaña electoral las banderas eran negras y blancas. Y en los carteles sólo destacaban las sonrisas forzadas de los candidatos, eso sí, de un blanco más intenso (volví a pensar en mis dientes y si habría utilizado el cepillo correcto).
Decidí ir al servicio de Urgencias del Hospital. Me volvió la angustia al ver todas aquellas batas blancas... El oculista que me atendió descartó un problema físico y me aconsejó sutilmente que si quería podía atenderme el psiquiatra de guardia. Accedí, ¡Qué remedio! Otra cara negra, con bata blanca. Después de hacerme varias preguntas concluyó, mirándome fijamente por encima de las gafas de lectura, que tenía un “Ataque agudo de pesimismo” y que si dejaba de mezclar Diazepan y Coca-Cola remitiría.
No sé... han pasado varios días y sigo igual... no paro de darle vueltas a esto que me pasa... ¿Qué sucederá si esto no se me quita?¿Cómo distinguiré ahora los chistes verdes de los que no los son? ¿Y la prensa rosa? No podré diferenciarla de los periódicos serios. ¿Cómo me daré cuenta si alguien se pone colorado cuando le hablo?... ¿Y si mi jefe me dice que tengo que volver a comerme el marrón? Las páginas amarillas tampoco serán lo mismo, y lo peor de todo, no distinguiré a los príncipes azules. ¡Dios! estoy perdida.
(Avena)
(Avena)
Elbrus dijo...
ResponderEliminarTras la tormenta sale un precioso arco iris que invade el cielo de multitud de colores; además como dijo el filosofo "no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo aguante"; así que hay que resistirse a pensar en el pesimismo.
Avena, gracias por compartir tus pensamientos a través de este maravilloso relato.
enhorabuena avena, es un precioso relato lleno de originalidad e imaginación,y muy bien escrito
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