No sé escribirle al mar
ni al otoño, ni a los atardeceres.
Sólo salen de mí
los poemas amargos.
Será porque estoy lúgubre
tanto como mis versos.
Me gustaría
reír en las estrofas,
romper la rima con locas carcajadas
hasta que me doliera el pecho
y la mandíbula.
Pero no puedo escribirle al mar,
ni a las olas, ni al amor.
Será porque estoy triste
tan triste como escribo.
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