Querido camarada de la edad oscura
que paciente esperabas en tu cofre de cristal
a que te liberase y te degustase
para así compartir conmigo tu sabiduría secular.
¡Salud, espíritu de la malta!
Me acompañaste en el ara de un lupanar
en infinitas noches dipsómanas,
cuando pensamientos de brea me embotaban,
para darme lucidez y valor;
pero olvidé, cruel amigo,
que te destiló el diablo en su alambique
y que al que es asiduo a tu fuego
doblas como un sarmiento.
Desde el lúgubre abismo que escribo estos versos,
te rememoro, señor,
para que quien pose sus ojos en ellos,
no siga el destino de cementerio
que la frecuencia de tu trato le depara.
que paciente esperabas en tu cofre de cristal
a que te liberase y te degustase
para así compartir conmigo tu sabiduría secular.
¡Salud, espíritu de la malta!
Me acompañaste en el ara de un lupanar
en infinitas noches dipsómanas,
cuando pensamientos de brea me embotaban,
para darme lucidez y valor;
pero olvidé, cruel amigo,
que te destiló el diablo en su alambique
y que al que es asiduo a tu fuego
doblas como un sarmiento.
Desde el lúgubre abismo que escribo estos versos,
te rememoro, señor,
para que quien pose sus ojos en ellos,
no siga el destino de cementerio
que la frecuencia de tu trato le depara.
( Martin Eden )
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