Animal que carece de vergüenza,
arrimas tu vagina encendida de deseo
al castigado saliente de mi cuerpo.
Te dejo; no puedo más.Pero de nuevo vacilo al ver tu carne palpitar,
tus ojos parpadear,
tus labios abarcar...,
emitiendo ese atávico gemido
que nos obliga a sucedernos desde el principio de los tiempos:
sutil tenaza con que la hembra atrapa la estirpe que amamanta.
No puedo más; lo sabes; no puedo más.
Mi condena es tu placer que nos necesita,
que te vence, querida, cebado de vida.
Nos vence como al tungsteno el vacío imperfecto
y su chasquido es orquesta de preludio
para bogar entre torrentes vestidos de fragancias
a través de oráculos que puedan fijar esta escena amorfa,
y sin embargo por el tiempo siempre regenerándose.
( collage ) 1998
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